En la situación actual no ha sido raro que no salieran a relucir infraestructuras u otras inversiones que por falta de recursos o bien no se han completado o se han dejado de usar, surgiendo entonces la pregunta ¿era realmente necesaria?

Cuando se plantean estas inversiones los indicadores relativos a la generación de empleo, impacto en la economía de las empresas y otros de índole económico siempre son positivos, pero … ¿Qué falla entonces? ¿No se trata de estudios todo lo consistentes que se necesitan? ¿No se han previsto adecuadamente posibles cambios en el escenario futuro? ¿o existen otra serie de impactos no contemplados que hacen que el resultado no sea el esperado? Posiblemente sea una mezcla de todo ello, pero lo cierto es que ya es momento de empezar a aprender para no repetir errores, y si, se puede.

A eso se le suma que la importante inestabilidad haga que las empresas sean muy cautelosas con sus gastos, valorando principalmente la rentabilidad de los mismos pero … incluyen en esa rentabilidad el valor social positivo que puedan generar, como un intangible que pueda generar sinergias con su comunidad y otro tipo de beneficios en forma de reputación, valor compartido, mejores relaciones con la misma,  … hasta el momento encontramos pocos ejemplos.

Cuando se valora algo más que empleo y riqueza económica

Un ejemplo fue la prevista tercera pista del aeropuerto de Heathrow, que diferentes estudios desaconsejaban por ineficiente, y no precisamente por el empleo que podría generar esta inversión, sino por los efectos sociales y ambientales derivados de la puesta en funcionamiento de la misma, especialmente relacionados con la emisión de gases de efecto invernadero, como puso de manifiesto un estudio de la New Economics Foundation. Sin duda algo está cambiando en Reino Unido cuando se empiezan a cuestionar determinadas inversiones por sus repercusiones sociales pese a la generación de empleo prevista, puede decirse que por fin se planifica con una visión a largo plazo y un enfoque amplio de las repercusiones sociales, económicas y ambientales previstas.

Este cambio de óptica viene de la mano del SROI, el resultado de añadir la S de social o sostenible al tradicional análisis del retorno de la inversión (ROI Return Of Investiment). Pese a ser una metodología que ya roza los veinte años, actualmente vive su auge en Reino Unido de la mano de la citada NEF, pero hasta el momento en España contamos con muy pocos ejemplos de este tipo de análisis y todos ellos a posteriori, orientados a conocer el impacto social o ambiental de la actividad de una organización.

Pero sin duda planes estratégicos como el Plan Estatal de Infraestructuras e Inversiones (PEIT) hubiera sido muy diferente de haber contado con un análisis de su SROI, pensemos ¿Cuántos nuevos aeropuertos se hubieran construido o cuantos trazados de AVE o autopistas de peaje se hubieran planificado y/o ejecutado? Y esto sólo pensando en infraestructuras, trasladémoslo, porque es posible, a todo tipo de actividades, planes, políticas e iniciativas … una auténtica revolución.

Herramientas para medir el valor social generado

Si el SROI se usa en las etapas de planificación ayuda a la toma de decisiones sobre el potencial impacto de una inversión, además de lograr la sintonía con los stakeholders (o agentes o partes interesadas o afectadas por una actividad) e identificar los indicadores que deberían medirse una vez el proceso esté en marcha para poder conocer su impacto. Se facilita así el progreso hacia los resultados deseados además de lograr identificar dónde pueden producirse consecuencias no deseadas. Además el objetivo es lograr determinar la capacidad de creación de valor, por lo que contiene un proceso de monetarización de los resultados obtenidos, de manera que permite evaluar tanto los beneficios como los costes económicos de una actividad.

Otro aspecto interesante de la metodología SROI es que además pretende valorar la repercusión de la ausencia de una actividad, es decir, qué escenario aparecería en caso de no darse una determinada actividad, por lo que permite además evaluar el impacto que podría generar la puesta o no en marcha de determinadas actividades o iniciativas, como podría ser unas determinadas políticas sociales ¿os imagináis esta metodología aplicada a los Presupuestos Generales del Estado y la comparación resultante de priorizar las inversiones entre unas u otras áreas, por ejemplo Educación frente a Defensa?

En este sentido, no abundan los ejemplos en administraciones del estado español, pero desde Sostenibilidad a Medida si hemos tenido oportunidad de trabajar con algunos Grupos de Desarrollo Rural desarrollando esta metodología para medir el valor social generado fruto de su plan marco de trabajo para el periodo 2007 – 2013, ha sido concretamente en comarcas de Almería y de Sevilla.

Las empresas deben conocer y comunicar el valor social que generan

Si bien queda clara la aplicación de esta herramienta a las inversiones vinculadas a los recursos públicos, bien de administraciones y gobiernos bien de organizaciones que trabajen con estos fondos, cada vez más las empresas prestan atención al impacto social de sus actividades. Si además parece que las empresas sociales (aquellas que persiguen tanto objetivos económicos como la resolución de una determinada problemática social o ambiental) cada vez toman más protagonismo y empiezan a crecer en España de la mano de proyectos como el de SOCIALNEST, sin duda son otro grupo enormemente interesado en poder medir el impacto social de sus acciones y trasladarlo a una perspectiva de rentabilidad económica, al fin y al cabo combinan y abordan con igual prioridad ambos enfoques.

Si con frecuencia se apunta a que una de las claves de la actual crisis ha sido precisamente su vinculación con la ausencia de valores de tipo social, puede que la incorporación de metodologías que integren la visión del impacto de sus actividades en forma de valor social y ambiental de las empresas contribuya a cambiar el modelo en crisis por otro que permita combinar empleo, cohesión social y conservación ambiental. En definitiva, una forma alternativa de medir el valor que aporta una empresa a su entorno, menos centrada en lo económico y si en el bienestar y la conservación del entorno. Pero sobre todo, una nueva herramienta para crear y fomentar empresas que mejoran el mundo.

@sostamedida

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